Cuando el 20 de febrero de 1963 Ferenc Fricsay sucumbía definitivamente en un hospital de Basilea después de una larga y dura batalla contra el cáncer, el mundo de la dirección orquestal perdía a uno de sus mejores maestros, un director que con sólo 49 años era ya una de las figuras más relevantes de la vida musical alemana. El devenir existencial provoca que, en ocasiones, la trayectoria de algunos directores de orquesta se vea fatalmente interrumpida cuando aquellos ya habían abandonado su condición de esperanzadora promesa musical para instalarse en el selecto grupo de maestros de gran irradiación universal. Casos como los de Guido Cantelli — fallecido en un accidente de aviación en París con 36 años — Ataúlfo Argenta — asfixiado en 1958 con 45 años al quedarse dormido en su garaje con el coche en marcha — o más recientemente de Giuseppe Sinopoli — fulminado a los 54 años por un ataque al corazón en 2001 mientras dirigía Aida en Berlín — son algunos ejemplos en los que la perversidad del destino nos ha privado de la etapa de madurez de unos directores prácticamente consagrados como batutas de internacional renombre. En el caso particular de Ferenc Fricsay, su muerte interrumpió una carrera que de otro modo no hubiese sido muy diferente a la de su paisano Georg Solti. Es más, para muchos especialistas, Fricsay tenía unas condiciones musicales muy superiores a las del propio Solti. Pero esto entra ya en el terreno de la especulación.
Ferenc Fricsay nació el 31 de julio de 1914 en Budapest (algunas biografías consultadas afirman que nació en Szeged, pero en la web oficial de Ferenc Fricsay se señala Budapest como ciudad de nacimiento) y desde muy joven se somete a una completísima formación musical en la Academia de Música Franz Liszt de Budapest en donde, aparte de estudiar composición, piano y dirección orquestal con maestros de la talla de Bartok, Kodaly y Von Dohnányi, también consigue diplomarse en violín, clarinete, trombón y percusión. Su evidente talento no tuvo que consumirse en actividades subordinadas: A los veinte años obtiene el puesto de director de ópera y conciertos en Szeged, ciudad situada al sur de Hungría y en la que ya había debutado como director de ópera a los quince años. En los diez años que transcurrió allí su actividad recopiló experiencias musicales que resultarían del todo decisivas en su futura carrera como director de orquesta. Sin embargo, la invasión nazi de Hungría durante la Segunda Guerra Mundial cercena la actividad de Fricsay y de otros colegas. De manera heroica, Fricsay consigue organizar conciertos en los sótanos de la Ópera de Budapest, ciudad a la que se vio obligado a regresar, hasta que es descubierto en 1944 por la GESTAPO. Consigue eludir la detención escapándose por los túneles del metro de Budapest. Finalizada la guerra, Fricsay es nombrado director de la Ópera Estatal de Budapest y asimismo director de la Filarmónica de la misma ciudad. Tras una serie de incursiones en Viena, en 1947 Fricsay se traslada definitivamente con su familia hasta Berlín, ciudad en donde nuevamente se acoge al doble cargo de director de la Ópera de Berlín y director de la Orquesta RIAS de Berlín.
Fricsay se afirmó pronto en la vida musical berlinesa y llegó a dirigir en numerosas ocasiones la Filarmónica, equilibrando el rumbo conservador de la misma tras la reincorporación de Furtwängler mediante una programación específicamente moderna. En los primeros años de la década de los cincuenta, Fricsay realiza giras por toda Europa y viaja hasta los EEUU, en donde es nombrado titular de la Orquesta Sinfónica de Houston en 1954. Esta empresa resultó del todo infructuosa, ya que Fricsay dimitió de dicho cargo tan solo unos meses más tarde cuando apalabró su nombramiento en 1956 como director de la Ópera de Munich. Allí tuvo más de un problema con el público bávaro por su declarada nula estima hacia compositores como Richard Strauss o Wagner, a quienes contadamente programaba. Sus gustos derivaron más hacia Mozart y Verdi. En 1959 abandonó la capital de Baviera sin haber llegado nunca a convertirse en un director totalmente aceptado. Regresa a Berlín y vuelve a colaborar con su orquesta de siempre, la Sinfónica RIAS, realizando numerosas grabaciones discográficas. Sin embargo, la enfermedad ya empezó a minar su cuerpo y se vio por ello obligado a reducir su actividad. En noviembre de 1961 ofrece su último concierto en Londres, dirigiendo a la Filarmónica de dicha ciudad. Un año después publica su libro “Sobre Mozart y Bartok”. Atenazado por el cáncer, viaja hasta Basilea en busca de un milagroso tratamiento que por desgracia no surte efecto. Finalmente, Fricsay fallece en dicha ciudad helvética el 20 de febrero de 1963.
Ferenc Fricsay fue un director valiente que no dudó en establecer sus preferencias musicales con independencia de los tradicionales criterios de las instituciones en donde se desenvolvió. Beethoven, el ídolo de Furtwängler en el Berlín de post guerra, faltaba casi por completo en los programas de conciertos de la RIAS, al igual que Brahms. Fricsay era un devoto mozartiano que además, y de manera obvia, llevó como una cuestión de honor personal el abogar por la música de sus compatriotas Bartok y Kodaly. Por otra parte, su inteligente musicalidad tenía una muy vivaz relación con el intrincado arte de Stravinski. Correspondiéndose un tanto con cierta tendencia de su época, relegó un tanto el romanticismo alemán favoreciendo, por una parte, el clasicismo vienés anterior, y por otra, el modernismo igualmente “clásico”. El título de su libro, “Sobre Mozart y Bartok” es realmente elocuente. En cuanto a sus preferencias operísticas, sus gustos fueron similares: Sin dejar de restar importancia a Fidelio o al Boris de Mussorgski, Fricsay centró su actividad en este género en Mozart y Verdi, aunque tampoco faltó lo contemporáneo. Wagner le fue del todo ajeno y ello perjudicó tal vez su ascenso a los privilegiados altares operísticos alemanes. Pero no le importó lo más mínimo. Siempre tuvo muy claro a dónde quería llegar.
Ya con los primeros síntomas de su penosa enfermedad, Fricsay fue un director de orquesta invitado que en todos los lugares en donde aparecía dejaba una profunda impresión. Sus programas de conciertos no resultaron entonces en absoluto extravagantes y siempre alternaban a Brahms y Beethoven junto a su adorado Bartok. Consciente de su enfermedad y de un fin inminente, quiso dejar testamento de aquellos románticos a los que siempre había colocado en segunda fila. Y, ciertamente, lo hizo de una forma admirable. Si Fricsay era en un principio un virtuoso del atril, cargado de energía, con inacabables reservas de fuerza y con una gesticulación extremadamente vehemente en pasajes agitados, en sus últimas apariciones públicas resultó un personaje espiritualizado o quebradizo al estilo de Furtwängler. Ya no buscaba la maestría técnica de antaño, sino que se aproximaba a las obras con un interiorizado dramatismo. Dotó de una sublime seriedad y veracidad, experimentada en su propio dolor, a estas últimas interpretaciones en un heroico intento de transmitir como testamento sus conocimientos musicales. Quien esto escribe pudo comprobar de primera mano en Alemania como Ferenc Fricsay sigue siendo un personaje reverenciado por los más viejos — y sabios — del lugar.
Dentro del legado discográfico de Ferenc Fricsay podemos señalar las siguientes grabaciones (Los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión mencionada pero sí con la obra citada): Música para cuerdas, percusión y celesta de Bartok, dirigiendo la RIAS (DG 437675); Concierto para orquesta de Bartok, dirigiendo la RIAS (DG 447443); Concierto para piano nº1 de Bartok, acompañando a Geza Anda y dirigiendo la RIAS (DG 447399); Concierto nº2 para piano de Bartok, acompañando a Geza Anda y dirigiendo la RIAS (DG 447399); Concierto nº3 para piano de Bartok, acompañando a Geza Anda y dirigiendo la RIAS (DG 447399); El castillo de barba azul de Bartok, acompañando a Nilsson y Sönnerstedt, y dirigiendo la Sinfónica de la Radio de Suecia (OPERA D´OR 1430); Obertura Egmont de Beethoven, dirigiendo la Filarmónica de Berlín (DG 463626); Sinfonía nº3 de Beethoven, dirigiendo la RIAS (EMI 75109); Sinfonía nº9 de Beethoven, acompañando a Seefried, Fischer-Dieskau, Haefliger y Forrester, y dirigiendo la Filarmónica de Berlín (DG 463626); Fidelio de Beethoven, acompañando a Fischer-Dieskau, Haefliger y Sieefried, y dirigiendo la Orquesta del Estado de Baviera (DG 453106); selección de Carmen de Bizet, acompañando a Schock, Klose, Trötschel y Coursavé, y dirigiendo la RIAS (AUDITE 95497); Concierto para violín de Brahms, acompañando a Gioconda de Vito y dirigiendo la RIAS (AUDITE 95585); Sinfonía nº5 de Chaikovski, dirigiendo la RIAS (AUDITE 95498); Concierto para violín de Chaikovski, acompañando a Yehudi Menuhim y dirigiendo la RIAS (AUDITE 95588); Lucia de Lammermoor de Donizetti, acompañando a Stader, Haefliger y Fischer-Dieskau, y dirigiendo la RIAS (MYTO 33078); Sinfonía nº9 de Dvorak, dirigiendo la Filarmónica de Berlín (DG 463650); Concierto para violín de Dvorak, acompañando a Johanna Martzy y dirigiendo la RIAS (BEULAH número desconocido); los Preludios de Liszt, dirigiendo la RIAS (DG 463650); Eine kleine Nachtmusik de Mozart, dirigiendo la Filarmónica de Berlín (DG 121017); Sinfonías 29, 35 y 39 de Mozart, dirigiendo la Sinfónica de Viena (DG 437386); Don Giovanni de Mozart, acompañando a Berry, Lorengar, Grobe y Grümmer, y dirigiendo la Orquesta de la Ópera de Berlín (MELODRAM 50059); Concierto para piano de Schumann, acompañando a Alfred Cortot y dirigiendo la RIAS (AUDITE 95498); Capriccio para piano y orquesta de Stravinski, acompañando a Monique Haas y dirigiendo la RIAS (DG 689502); y finalmente Requiem de Verdi, acompañando a Stader, Radev, Krebs y Borg, y dirigiendo la RIAS (DG 447442). Nuestro humilde homenaje a este sensacional director.
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