México entre dos imperios — la paradoja del poder
México vive atrapado entre dos gigantes: Estados Unidos y China. El primero, obsesionado con mantener su hegemonía; el segundo, decidido a dominar el siglo XXI mediante producción, tecnología y control del comercio global.
Claudia Sheinbaum enfrenta esa tensión mientras intenta ordenar un país caótico, fragmentado y profundamente desigual.
El problema no es solo externo. Internamente, México carga con un sistema político corroído por décadas de priismo y perreanismo, donde el poder se hereda y el Estado funciona más como botín que como proyecto.
La violencia, la corrupción y la ignorancia se alimentan mutuamente, creando una sociedad donde la tranza vale más que el mérito.
Sheinbaum, con formación científica, parece entender la importancia del conocimiento, la tecnología y la planeación racional. Pero está rodeada de una cultura política que desprecia la inteligencia técnica.
Los proyectos de inteligencia artificial, autos eléctricos o trenes nacionales existen, pero sin una red de científicos integrados ni una visión de largo plazo, se vuelven solo propaganda.
México es hoy la llave de entrada al continente americano, el punto de disputa entre Washington y Pekín. Si lograra aplicar una estrategia de equilibrio —un juego “ganar-ganar” al estilo de Von Neumann— podría aprovechar lo mejor de ambos bandos.
Pero mientras el país siga secuestrado por el caos y la mediocridad, seguirá siendo solo una pieza en el tablero de otros.
Wiener, Rosenblueth y la isla de orden
Norbert Wiener decía que la vida es una lucha contra la entropía, que somos islas locales de orden en un universo que tiende al caos.
Esa frase resume lo que significa pensar, crear y construir en México hoy: resistir el desorden con raciocinio, ciencia y disciplina.
Wiener amaba México. Lo fascinaba su vitalidad caótica: veía que, en medio del ruido, había información esperando ser organizada.
Y ahí encontró a Arturo Rosenblueth, ese “ordenador fractal” en un país sin estructura.
De su colaboración nació la cibernética, una de las ideas más poderosas del siglo XX.
Hoy, el país necesita recuperar ese espíritu: la unión entre conocimiento técnico y propósito ético.
Porque mientras el poder político sigue atrapado en el saqueo, aún existen pequeñas islas de entropía negativa —personas que, como Rosenblueth o como tantos ingenieros y científicos anónimos, siguen creando estructura dentro del caos.
México no está condenado si quienes piensan y crean mantienen su orden interior.
Cada mente lúcida, cada proyecto bien hecho, es una pequeña victoria contra el desorden nacional.
Somos, como decía Wiener, guardianes del orden en un universo de ruido.
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